Mononucleosis infecciosa: todo lo que necesitas saber sobre esta enfermedad tan común
La mononucleosis infecciosa, conocida popularmente como “la enfermedad del beso”, es una afección viral que aparece con mayor frecuencia en adolescentes y adultos jóvenes, aunque cualquier persona puede contagiarse. Su nombre coloquial se debe a una de las vías más comunes de transmisión: el contacto directo con la saliva. No obstante, el contagio no ocurre únicamente a través de un beso; también puede producirse al compartir vasos, botellas, cubiertos u otros objetos que hayan estado en contacto con la boca de alguien infectado.
El responsable de esta enfermedad es el virus de Epstein-Barr, un miembro de la familia de los herpesvirus que, una vez adquirido, permanece en el organismo en estado latente. En la mayoría de los casos, la infección inicial pasa desapercibida o es muy leve, pero cuando se manifiesta como mononucleosis puede generar síntomas que se prolongan durante varias semanas. Se trata de una afección común y, aunque puede causar malestar considerable, por lo general no provoca complicaciones graves en personas sanas.

Uno de los signos más característicos de la mononucleosis es una fatiga intensa y persistente, que puede prolongarse durante semanas. Muchas personas describen este cansancio como una sensación que no mejora con el descanso y que limita las actividades diarias. A esta fatiga suele acompañarla un dolor de garganta persistente, que en ocasiones se confunde con una faringitis bacteriana. Este error de interpretación puede llevar a diagnósticos equivocados, especialmente cuando el malestar no responde a antibióticos, ya que estos fármacos no son efectivos contra los virus.
Otro síntoma frecuente es la fiebre, que puede aparecer de forma intermitente. También es común la inflamación de los ganglios linfáticos, sobre todo en el cuello y las axilas, como resultado de la respuesta del sistema inmunológico ante la infección. Las amígdalas inflamadas son otro hallazgo típico y pueden causar molestias adicionales al tragar o hablar.
En algunos casos, la piel puede presentar un sarpullido, una manifestación menos común pero posible dentro del cuadro clínico. También pueden aparecer dolor de cabeza, malestar general y, en ocasiones, una sensación de pesadez o dolor abdominal leve. Este último síntoma suele relacionarse con un bazo inflamado, una característica que, aunque no se presenta en todos los casos, requiere atención especial. Cuando el bazo está agrandado, los médicos suelen recomendar evitar actividades que puedan generar golpes o esfuerzos intensos, con el fin de reducir el riesgo de lesiones.
Aunque la mononucleosis está asociada habitualmente con adolescentes y adultos jóvenes, cualquier persona puede contagiarse si entra en contacto con la saliva de alguien infectado con el virus de Epstein-Barr. Además, muchas personas se contagian sin presentar síntomas evidentes, lo que facilita la propagación silenciosa de la enfermedad. Por ello, es importante prestar atención a cualquier malestar persistente o inusual.
La recuperación es, en la mayoría de los casos, gradual. El tratamiento se basa en medidas de apoyo como descanso, hidratación adecuada y control de la fiebre. Al tratarse de una infección viral, los antibióticos no forman parte del manejo habitual, a menos que exista una complicación secundaria. La mayoría de los pacientes se recupera por completo, aunque el cansancio puede prolongarse varias semanas después de que los demás síntomas desaparecen.
En conclusión, la mononucleosis infecciosa, aunque molesta y prolongada en algunos casos, suele tener una evolución favorable. Conocer sus síntomas, vías de transmisión y cuidados básicos permite actuar con responsabilidad y buscar atención médica cuando los signos persisten o generan preocupación.
