Sangrado o dolor al evacuar: la señal que muchos confunden con hemorroides (y no lo es)

En muchas ocasiones, cuando aparece dolor, molestia o sangrado en la zona anal, la reacción más común es asumir automáticamente que se trata de hemorroides. La vergüenza, el miedo o simplemente la costumbre llevan a miles de personas a restar importancia a síntomas que, en realidad, pueden tener un origen muy distinto.

Esta práctica es riesgosa, porque no todo lo que genera irritación, sangrado o un bulto en esa área corresponde a hemorroides, y confiarse puede retrasar un diagnóstico importante. Ignorar estas señales o automedicarse sin una evaluación adecuada puede permitir que otras afecciones avancen sin tratamiento, complicando aún más la situación.

Las hemorroides son venas que se inflaman en el extremo final del recto o alrededor del ano. Aunque pueden causar dolor considerable, en la mayoría de los casos se trata de una afección benigna. Entre sus síntomas más comunes se encuentran la sensación de ardor, comezón, molestia al evacuar y la presencia de un pequeño bulto palpable. También es frecuente observar sangrado rojo brillante, especialmente durante o después de la evacuación.

Si bien es una condición incómoda, su origen no tiene relación con procesos malignos. Sin embargo, la similitud de sus síntomas con otras patologías más serias puede llevar a confusiones peligrosas.

Entre las enfermedades que pueden imitar a las hemorroides se encuentra el cáncer de ano, un tipo de tumor poco frecuente pero cuya incidencia ha aumentado en distintas regiones. Este cáncer afecta los tejidos del canal anal y, en muchos casos, está relacionado con la infección por el virus del papiloma humano (VPH), además de factores como el tabaquismo o un sistema inmunológico debilitado.

El principal problema es que, en sus etapas iniciales, el cáncer anal puede manifestarse de forma muy parecida a unas hemorroides: sangrado, dolor al evacuar o la percepción de un bulto. Esta semejanza hace que muchas personas minimicen los síntomas y retrasen la consulta médica, lo que puede complicar el pronóstico.

Existen, no obstante, señales que deben encender las alarmas:

  • Sangrado recurrente o persistente.
  • Aparición de una masa dura que no desaparece.
  • Dolor constante o creciente.
  • Cambios repentinos en el ritmo de las evacuaciones.
  • Sensación continua de evacuación incompleta.
  • Secreciones anormales, mal olor o lesiones que no cicatrizan.

Ante cualquiera de estos signos, es fundamental evitar el autodiagnóstico. Aunque en muchos casos las molestias tengan causas benignas, solo una evaluación profesional puede determinar el origen real del problema y descartar condiciones de mayor gravedad. Estudios como la anoscopia, rectoscopia o colonoscopia pueden ser necesarios para llegar a un diagnóstico preciso.

Además, reducir los factores de riesgo es clave para la prevención. Evitar el tabaco, usar preservativo en prácticas sexuales que lo ameriten y considerar la vacunación contra el VPH, según la edad y las indicaciones sanitarias, son medidas que disminuyen considerablemente las probabilidades de desarrollar patologías serias. Y, sobre todo, no debe normalizarse el sangrado anal: ningún sangrado es “normal”, por lo que cualquier episodio que se repita o no tenga causa evidente merece una consulta médica.

Asumir que todo dolor o sangrado anal se debe a hemorroides puede generar una falsa sensación de seguridad. Escuchar al cuerpo, prestar atención a los cambios y acudir a un profesional son pasos esenciales para proteger la salud. La información adecuada y la acción temprana pueden marcar una diferencia crucial en el bienestar y la calidad de vida.

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